Un salvadoreño que sufrió un derrame cerebral que lo postró cinco años en una silla de ruedas salió de Guatemala junto con una caravana migrante que va rumbo a Estados Unidos, pero él busca salud en México.

Juan Bonilla, de 46 años, centra sus esperanza en la medicina mexicana para recobrar la salud, tras años de vivir en un albergue por no encontrar trabajo en su país.

Bonilla forma parte de una caravana de cientos de salvadoreños que iniciaron la travesía a pie el pasado domingo y se adentraron el lunes a territorio guatemalteco para seguir su viaje hacia Estados Unidos.

Otros 2.000 salvadoreños habían partido el miércoles con el mismo objetivo y caminan hacia la frontera guatemalteca de Tecún Umán (oeste), limítrofe con la mexicana Ciudad Hidalgo.

Los salvadoreños siguen los pasos de miles de hondureños que iniciaron una caravana hacia Estados Unidos el 13 de octubre pasado y actualmente recorren el territorio mexicano.

"En 2005 sufrí un golpe en la cabeza, quedé inconsciente y (estuve) una semana en coma. Cuando desperté tenía derrame cerebral, se me fue la cara por un lado y no podía ni hablar", relata Bonilla a la AFP.

Asegura que pasó dos años sin poder hablar y otros cinco en silla de ruedas.

Debido a las secuelas, los médicos salvadoreños le instalaron un tubo de alimentación en el estómago para evitar el mortal riesgo de que los alimentos terminen en los pulmones.

"Voy buscando una ayuda humanitaria a México porque allí si tienen la asistencia médica avanzada", pues en El Salvador donde "no hay insumos" para su recuperación total.

- Llagas en los pies -

Bonilla comenta que antes de dejar su país, fue a pedir fuerzas para soportar la travesía a monseñor Óscar Arnulfo Romero, canonizado por el papa Francisco el pasado 14 de octubre.

"Ya tengo llagas en los pies, pero voy a seguir adelante", afirma con seguridad, tras agradecer al presidente electo mexicano, Andrés Manuel López Obrador, por el apoyo que dará a los migrantes salvadoreños.

Recuerda que tras el accidente, los médicos lo declararon con un 70% de discapacidad, por lo que no puede trabajar.

Bonilla no tiene hijos y su única familiar es una hermana a la que no ve hace varios años. Desde el accidente ha "estado solo con Dios y en un albergue público, donde la iglesia va a dejar comida, aunque no todos los días", cuenta.

Se enteró de la caravana de migrantes por medio de las redes sociales y tomó la decisión de unirse "por una salud mejor porque en El Salvador no iba a hacer nada".

No obstante, reconoce que los migrantes se sienten traicionados porque la persona que hizo la convocatoria nunca se presentó.

Convencido en que va a superar sus dolencias espera trabajar como periodista en un canal de televisión en México porque dice conocer de cámaras y de edición de video.